Los últimos 50 chistes publicados


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Clasificación: Matrimonios
Nota: 3.50 / 12
La esposa a su marido...
Amor ¿estoy gorda?
Claro que no mi buda , hay perdón mi vida.
Por: Angel - Costa Rica
rec.:24/jul/2018    pub.:25/jul/2018    Enviado:17/ago/2018


Clasificación: Profesores
Nota: 3.80 / 10
Se acercaba la fecha para evaluación final de inglés en la facultad, como muchos de los exámenes universitarios, su principal objetivo era eliminar a los que no llegaban al promedio exigido.
El examen duraba dos horas y cada estudiante recibió su correspondiente hoja de examen con las preguntas.
El profesor era muy recto y severo, catedrático a la antigua usanza, y le dijo a toda la clase que si el examen no estaba sobre su mesa después de dos horas exactamente, no se aceptaría, y el estudiante sería suspendido.
Media hora después de empezar el examen, un estudiante entró por la puerta y le pidió una hoja de examen al profesor:
– No va a tener tiempo usted para terminarlo, dijo el profesor al dársela.
– Sí que lo terminaré, contestó el estudiante. Se sentó y empezó a escribir.
Después de dos horas, el profesor pidió los exámenes, y los estudiantes, en forma ordenada entregaron sus evaluaciones.
Todos menos el que había llegado tarde, que continuó escribiendo como si nada pasase.
Después de otra media hora, este último estudiante se acercó a la mesa donde se encontraba el profesor sentado leyendo un libro.
En el instante en que intentó poner su examen encima del montón, dijo el profesor al alumno:
– Ni lo intente. No puedo aceptar eso. Ha terminado tarde.
El estudiante lo miró furioso e incrédulo.
– ¿Sabe quién soy? -le preguntó-.
– No, no tengo ni la menor idea -contestó el profesor en tono de voz sarcástico-.
– ¿Sabe quién soy? -preguntó nuevamente el estudiante, apuntándose a su propio pecho con su dedo, y acercándose de manera intimidante-.
– No, y no me importa en absoluto -contestó el profesor con un aire de superioridad
En ese momento, el estudiante cogió rápidamente su examen y lo metió en medio del montón, entre todos los demás.
– ¡Extraordinario! -exclamó-. Y se marchó
Por: Sebastian - Ovalle - Chile
rec.:24/jul/2018    pub.:25/jul/2018    Enviado:11/ago/2018


Clasificación: Secretarias
Nota: 3.75 / 8
Un joven se acerca al escritorio de la encargada de la biblioteca y la saluda, ella muy entusiasmada le responde el saludo y le dice: Bienvenido a la biblioteca, nos encantan los jóvenes, tenemos millones de historias, centenares de romances, miles de pensamientos profundos. ¿Qué desea ud.?
El joven responde. Sólo dos cosas; un enchufe para el cargador del celular y la contraseña para la red WIFI
Por: Sebastian - Ovalle - Chile
rec.:24/jul/2018    pub.:25/jul/2018    Enviado:13/ago/2018


Clasificación: Religiosos
Nota: 4.09 / 11
Un ateo estaba paseando en un bosque, admirando toda la belleza de la naturaleza .
- Pero ¡qué árboles majestuosos! ¡Qué poderosos ríos! ¡Qué bellos animales! iba diciendo a medida que caminaba a lo largo del río.
Luego escucha un ruido en los arbustos detrás de él.
Se volteó para mirar.
Fue entonces que vio un enorme oso-pardo caminando en su misma dirección. Se largó a correr lo más rápido que pudo.
Miró por encima del hombro y vio que el oso estaba demasiado cerca. ¡Aumentó la velocidad!
Era tanto su miedo que los ojos se le llenaron de lágrimas.

Fue entonces que se tropezó y cayó desamparado. Rodó por el suelo. Rápidamente, intentó levantarse, pero…
El oso ya estaba sobre él, procurando agarrarlo con su fuerte pata izquierda y con la otra pata, lo trataba de agredir ferozmente.
En ese preciso momento, el ateo exclamó: Oh, ¡Dios mío!
Entonces el tiempo paró. El oso se quedó sin reacción. El bosque se sumergió en total silencio.
Hasta el río paró de correr. A medida que una luz clara brillaba, una voz venía del cielo diciendo:
– Tú negaste mi existencia durante todos estos años, enseñaste a otros que yo no existía, y redujiste la creación a un accidente cósmico.
¿Esperas que yo te ayude a salir de este apuro?
¿Debo esperar que tengas fé en mí?
El ateo miró directamente a la luz y le dijo:
– Sería, de hecho muy hipócrita de mi parte, pedir que, de pronto, me pases a tratar como un creyente.
Más tal vez… ¿pudieras convertir al oso y hacerlo cristiano?
– Muy bien, dijo la voz. La luz desapareció. El río volvió a correr y los sonidos del bosque regresaron.
Entonces el oso recogió sus patas, las juntó en actitud de oración, hizo una pausa, bajó la cabeza y dijo:
Señor, bendice este alimento que ahora me voy a comer. Amén
Por: Daniel - Santiago - Chile
rec.:24/jul/2018    pub.:24/jul/2018    Enviado:10/ago/2018


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